El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

jueves, 29 de agosto de 2013

EN EL COLOR DE LA MAÑANA.








- Y es así, que a veces el dolor de otros que conocemos, hace que sintamos la felicidad que no creíamos poseer; aquella que perseguimos siempre como ciegos, incapaces de ver en el fondo de nuestra alma, dónde reside realmente -. Reveló el sentir.


Mas todo emana de la comprensión que a veces negamos a los demás seres y a las cosas que nos rodean dejándonos llevar por el instinto de conservación, olvidando que otros cuidaron de nosotros cuando éramos más débiles y vulnerables, y que siendo ésta una ley universal en la naturaleza, dejaremos a un lado nuestro dolor para proteger del suyo a quienes amamos.


Desprenderse de la vanidad no es un camino fácil, pero sí necesario para vivir en armonía con todo lo que nos rodea; haciendo útil nuestra existencia para perpetuar la vida de la especie humana en el cosmos inabarcable, infinito.
Dejar al lado la vanidad que nos acecha es alejar el odio que sentimos por nuestra insatisfacción, por la incomprensión de lo que nos sucede a diario y que, en principio, no aceptamos.
Pero en la aceptación reside la comprensión que nos conduce a la felicidad verdadera.








Dejarse arrastrar por los deseos personales es cegarse a la razón que todo contempla, que nada deja fuera de su comprensión. Tratar de poseer lo que no se puede contener, lo que no se puede definir, aquello que no es de nadie, sino de todos los seres, es negarse a sí mismo.
Quien se niega a sí mismo es incapaz de reconocer, de comprender nada ni a nadie, y en ello se halla el principio de su infelicidad, de su mal.




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