El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

viernes, 24 de diciembre de 2010

El adiestrador de mandriles.

¿Por qué el matrimonio?, si lo importante es la vida en pareja. ¿Cuál es la fuerza, la razón por la que a través de los tiempos se mantiene en pie? - preguntaron curiosas las palabras -. Si no ponemos condiciones a nuestra entrega y es legal para con el otro, ¿qué necesidad tenemos de firmar nuestro compromiso, al que sólo nosotros damos validez?  Y el sentir se reveló:


- Nadie es capaz de conocer al otro hasta el punto de sentir todas sus emociones, todas sus dudas, todos sus miedos e ilusiones. Somos universos distintos que por un tiempo coinciden en el firmamento. Para la vida en pareja es necesaria la estabilidad, y las constelaciones se mueven buscando nuevas sincronías en el espacio infinito. Para no perderse en el viaje del tiempo la pareja necesita lealtad, para que siempre se muevan al unísono y sean inseparables, a pesar de la fuerza gravitatoria a la que estén sometidos.
Y la lealtad existe mientras se mantiene un compromiso que aporta confianza. El matrimonio significa el compromiso.
 El matrimonio no es una atadura, sino una autodeterminación personal avalada por el otro; algo muy distinto es lo que pretendamos hacer de ello. Entrega la pareja al mundo mostrándola como tal, y el mundo como lo que es la reconoce.
No depende del mundo la convivencia en pareja, mas si, en gran medida, del reconocimiento de éste. Nadie respeta lo que no se reconoce. Con el matrimonio el mundo reconoce la unión en pareja y la hace respetable, facilitándola, posibilitándola; aunque sólo el respeto mutuo por el otro y la entrega incondicional harán que perdure.
El matrimonio sólo es una norma social, pero como otras que perduran desde la noche de los tiempos, lo hace por su utilidad práctica, convirtiéndose en referencia básica de convivencia. Puede ser sustituido su nombre, más no así su significado, por lo que no se puede suplantar. Y no debe ser anulado, disuelto, so pretexto de repetirlo para poder rehacer nuestras vidas, pues nos estaremos engañando: nunca más nos comprometeremos igual; y aunque lo hiciésemos, no creeríamos en ello como antes.
Cuando dos personas se prometen para siempre, frente a todo, para viajar juntos a través del mundo y su tiempo, deberían saber que el final es separarse; mas no sin antes esperar a que la vida reclame al primero para que su luz se funda en el cosmos. La pérdida debe sentirse, ¿o acaso no es consecuencia de nuestro viaje? Perderemos lo que al principio no teníamos para comprender que también tendremos que partir, y quien antes nos dejó, nos enseñará como debemos comportarnos cuando llegue nuestra hora. Sólo entonces se habrá cumplido.

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