El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

lunes, 9 de marzo de 2009

El adiestrador de mandriles.


- Me asusta la muerte que anuncia mi dolor. Si me desprendo de la vida no es por voluntad, sino por fuerza. Mi voluntad es vivir. Asisto impertérrito a la pena impuesta y no, no me lo puedo creer. Aún no he terminado, tengo mucho por hacer. Y todo al final, ¿para qué? No, no me lo puedo creer.

Inhaladas las palabras por el sentir se apagaron por un momento, ávidas de sosiego y hartas de desconcierto. Necesitadas de silencio reflexivo. Y tras una pausa sobrecogida por el desaliento y la impotencia, surgieron con fuerza para revelar al sentir que se contenía.




















- Nunca nos parece suficiente, y si nos dieran a elegir el tiempo, nos decidiríamos por la eternidad, seguramente. ¿Pero, nos consolaría el saber que somos eternos? Puede que aún así no nos sintiéramos completos, como no nos sentimos ahora. Puede que no tuviéramos tiempo, como no tenemos ahora, entre tanta duda, entre tanta indecisión que nos entretiene. Perseguiríamos, tal vez, de igual modo al creador; como ahora lo hacemos, insatisfechos de saber que nuestro fin en la vida que conocemos es seguro. Nos revelaríamos si supiéramos la fecha exacta y daríamos rienda suelta a la locura.

Nunca nuestro camino es corto ni nuestro tiempo escaso si trasmitimos vida. Con eso es suficiente. Y para el resto, cada cual dispone de sí mismo. Nada por hacer queda, pues con uno se van lo personal y lo propio, y el resto permanece en el mundo, a quien se debe y corresponde.

Debemos mirar el sentido de otros que ya se fueron, antes de desolarnos; pues cada instante, cada día que pasa y de nuevo amanece es inabarcable, si aún deseamos vivirlo. No es tan grande la eternidad como el deseo de un hombre por conseguirla.

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