El adiestrador de mandriles.

El adiestrador de mandriles.
Diseño de imagen: Manolo García.

lunes, 16 de marzo de 2009

DESPUÉS DE SACIARNOS.





-Tal que Midas hemos comido oro después de saciarnos, pues nuestro ego quedó insatisfecho. Disfrazamos nuestros cuerpos obscenos con reluciente metal y emulamos al astro rey; ciegos de resplandor quedamos. Bebimos vino dorado para que su brillo nos llegara dentro iluminando nuestro espíritu oscuro, perturbado por las sombras de los deseos desmedidos, de las obsesiones. Y no apagando nuestra sed encendimos la hoguera interior que desde entonces nos consume.






























Constreñida el alma y los intestinos estreñidos se hace necesaria una purga larga, dolorosa, pues entre sábanas de oro amamos y ahora no podemos dormir abrigados sólo por su frialdad.

Tras oscuros cristales ocultaremos nuestros ojos, abrasados por el resplandor que nos negó ver. Y buscaremos como ciegos lo que despreciamos como videntes.
Cual perrillo sin dueño buscaremos confianza y calor para alimentar nuestras almas peregrinas, erráticas. Apagaremos como siempre la sed con nuestro sudor y con las manos recogeremos el alimento que mitigará nuestra hambre.

Estemos preparados, el momento de vivir llegó. El sueño ha terminado de pronto, inacabado. Inventemos de nuevo nuestras vidas ahora que la luz que nos cegaba y envolvía se ha apagado. Veamos la realidad tal como es, sintiendo de verdad, sin artificios que nos asfixian ; en la vacuidad de las cosas, sin mayor pretensión que vivir sin poseer. Y nuestro estreñimiento, nuestro mal, pasará.
Nos despojaremos de lo que hemos cargado y que por no ser nuestro nos pesa. La vida es etérea y todas las cargas le sobran.


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